domingo, 2 de mayo de 2010



Diario de un Metodiano



Realmente las personas somos un compendio de situaciones que resultan extrañas en un ámbito general, pero cuando particularizamos, cuando unificamos las realidades, el resultado es realmente interesante.

Tengo un amigo que un día decidió, decidir por si mismo, en ese absolutismo personal, con el don de la autocracia dictamino que para saber como se sentía otra persona, la mejor manera era ponerse en su propia piel.

El hecho fue que el necesitaba saber como se sentían los gordos, esas personas obesas que veían el mundo de una perspectiva diferente, y su sentencia fue tajante, como el juez mas implacable dictamino su propia sentencia de comer desmesuradamente hasta estar a la misma altura, y así poder encontrar la tangente de su otra realidad.

Los desayunos interminables a base de dulces, pastelitos, croissant, bocatas, chocolate, churros, daban paso a las comidas pantagruélicas, y los pollos tomateros se convirtieron en capones, las pizzas de cuatro raciones se adueñaron de su dieta y los postres endulzaron su paladar con la ciencia de un maestro pastelero.

Recuerdo que un día quedamos a desayunar los dos juntos, y el, con aires de felicidad me invito a un bar con la barra de pintxos mas absolutamente impresionante que recuerdo, al ver aquello, al divisar las viandas que se me presentaban delante de mis ojos, me hice un compañero de causas perdidas, un servidor de deseos inconfesables, como si su doctrina fuese la revelación del maestro buscado en el templo de mi druida, con los ojos saltones, el pelo alborotado, la boca entreabierta, ataque sin cuartel al frente de guerra en que se había convertido aquella barra de aquel bar.

Mientras él atacaba a los pastelitos de ración por el flanco izquierdo, yo me dirigí por el otro flanco, y con absoluta sangre fría recogí un tremendo trozo de tortilla aderezada con mayonesa y algo de jamoncito, por supuesto en el arduo camino hacia la mesa pude enganchar un bocadillo de jamón con un queso que le daba un aire de bocadillos de recetas caseras,

Evidentemente, a todo este hecho ayudo que ese día no había desayunado, y la noche anterior la cena fue de las llamadas “de soltero”, creo que todo eso fue un añadido en mis conversaciones de compañero de aventuras tabernarias, y en ese momento fuimos los más adoctrinados de la fe de los comedores compulsivos.

No se si fue la panceta, los huevos fritos con patatas, el chorizo parrillero, o la casera cuajada con miel de la Alcarria del postre, pero la mañana de aquel día en que me hice sectario de los compulsivos no la olvidare nunca.

En ese momento no me di cuenta de lo fácil que era caer en las sombras oscuras de las sabrosas sectas cuartelarias.

Esa sectaria situación fue por la guía del gaznate, pero también se podría aplicarse al abandono, al desamor, a la tristeza, a la soledad, y las dudas de nuestra propia existencia, todos somos victimas en potencia de los avatares del destino que nos a tocado en suerte, y si no nos damos cuentas de estas realidades, cuando los sectarios nos envuelvan, siempre podemos tener el recurso de la familia y los buenos amigos para encontrar el camino de nuestro real y único destino.

Y así, después de treinta kgrs después, cuando parecía que el deseo podía con el osado aventurero de otras realidades, con una dieta de lo mas arguiñaresca, y después de un sin fin de horas de gimnasio, conseguimos que la cordura encontrase el camino de vuelta, y la realidad alternativa en la que vivió durante un tiempo, solo se quedase en la cama de la otra amante bandida que la hizo caprichosa de sus deseos.



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