sábado, 26 de noviembre de 2011

LA MUJER SIN ROSTRO






LA MUJER SIN ROSTRO.

Empezaba a despuntar el alba, los últimos momentos de las vivas y oscilantes sombras de la noche empezaban a dejar paso a los tenues y amenazantes rayos de luz diurna, las paradas de autobuses empezaban a recibir sus primeros viajeros, y el incansable metro con su profunda garganta engullía seres con un exceso de gula sin ningún tipo de síntoma de agotamiento, esa escena diaria era la llamada para dejar de trabajar, las pasadas noches había estado el negocio en horas bajas, los efectos de la crisis enfriaba los bolsillos, y su negocio no era ninguna excepción.

Paula esa noche regresaba a su piso de alquiler en una zona céntrica del barrio de los Laureles con cierto aire de vencedora, una mueca asomaba a su rostro, era lo mas parecido a una sonrisa que podía esbozar, porque el tiempo y la perra vida habían conseguido borrar casi definitivamente la sonrisa de su bello rostro,

Ella hacia tiempo que haba renunciado a la luz de la mañana, en sus últimos tiempos su vida solo giraba entorno a las ultimas horas de la tarde y su dilatada noche, el resto lo utilizaba para dormir, como si fuera una proscrita de la luz de la mañana

Siempre que retornaba a su casa al alba le venían “flases” a su mente de los alegres momentos de su ya lejana infancia, los amaneceres que ella disfruto en el pueblo que vio nacer a tres generaciones de su pasada estirpe eran los únicos recuerdos que le golpeaban con saña. Su agarrotada mente ya no estaba acostumbrada a pensar, y los recuerdos de tiempos pasados eran lo único realmente sano que quedaba en su distorsionada vida.

Siempre pensó que fue demasiado bella para nacer en una familia tan pobre, y esa circunstancia hizo que se encontrase en su actual situación, desde siempre, su vida había sido una conjunción de astros oscuros que la habían llevado hacia un sin fin de perdidas de consciencias, que con el paso del tiempo, lo único que le quedaba de todo aquello eran una suave piel de seda y unos bellos ojos color caramelo, que como si de una maldición se tratase, endulzaban su mirada, como si esto fuera un postre al alcance de los mas golosos.

Para evitar esa maldición ella solo se alimentaba de la oscuridad de la noche, la tenebrosidad de las sombras eran sus aliadas, con ellas a modo de envolvente manto perpetuo, ella podía convertirse en una mujer sin rostro.

Su caminar rápido con esos tacones de aguja hacia que sus pies doloridos y cansados le diesen órdenes juiciosas a su cerebro para que parase su titubeante paso, ella para despistarlos, empezó a pensar en los beneficios de esa provechosa noche, y mentalmente empezó a pensar en todo el patrimonio económico que había conseguido en esa jornada laboral.

Tres polvos rápidos, dos felaciones, un griego y una masturbación habían conseguido levantar la mala semana que llevaba su negocio, y esa mueca en forma de sonrisa animo el paso para llegar al refugio para no encontrarse de cara con el amenazante sol.

Todo porque quería seguir siendo… la mujer sin rostro.





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