domingo, 23 de enero de 2011


Ese día no se atrevía a gritar para no despertar a los vecinos, la piedra filosofal de su cabeza se agitaba sin movimiento en la transición de la noche al día

Las metáforas como fuertes murallas de expresión, se convertían en el equilibrio de la elegante cobardía.

El pozo de sus deseos gime como una puta sin clientes, cuando echa de menos sus años de lejana juventud en ese lugar de ensueño tan vetusto.

Todo eso sin querer saber que en un gesto confesional arroja la llave de la castidad emocional, para encauzar los demonios que se crean cuando subraya los poemas emocionales que escribe con sus dedos en el vaho de los cristales de la fría habitación de su casa, convertida en un hotel de carretera

Nadie sabe comportarse cuando ve llorar a otro.

De repente pierde todo sentido seguir hablando con uno mismo, la distorsión en el espejo se hace irreal, mejor no pensar, mejor no sentir, mejor no llorar.

Solo queda el recurso del espectáculo en pos de una baratija tipográfica




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