martes, 7 de junio de 2011




POEMAS DE BOLSILLO



El le dejaba poemas de amor desesperado aleatoriamente en los bolsillos de las prendas de su ropero, ella de vez en cuando rebuscaba como una drogadicta su ración de superávit emocional.

Durante muchas lunas las sorpresas encontraron diferentes caminos hacia la irreverencia textual. Amor, pasión, deseo, desenfreno, ansiedad, locura, alevosía, nocturnidad, todo era factible para crear sensaciones emocionales a través de los poemas de bolsillo.

Una mañana al levantarse ella salio de casa de una manera presurosa, y después de coger el autobús se dio un respiro en el último asiento de la última fila de ese primer autobús de la mañana.

Al introducir la mano en el bolsillo se topo con lo que parecía una hoja de papel rugosa, la sonrisa le vino de pronto cuando pensó en la posibilidad de lo que sentía entre sus dedos, podría ser el poema de amor desesperado que necesitaba esa mañana para empezar bien el día. Le gustaba sentir esa sensación, había veces que de una manera sorprendente se encontraba alguna nota en los bolsillos de su uniforme de faena, y como una niña ilusionada, corría a esconderse en una solitaria habitación del trabajo, y en absoluta soledad se trasladaba al mundo privado de sus emociones, y leía lenta y caudalosamente los renglones escritos a mano solo para ella.

Nunca lo reconocía ante nadie, ni siquiera antes su poeta, pero Le gustaba saber que las emocionales letras eran solo para ella , para su disfrute, sentía el poder que tenia por la posibilidad real de tener a un poeta solo para ella, quizás de un punto de vista exterior alguien pensaría que era para alimentar su ego, pero la única verdad real es que eso era un yantar, una pitanza, un mana, una dieta necesaria para poder sobrevivir en el mundo que su mente creaba para perdurar en el tiempo.

Con un delicado gesto desenvolvió lentamente el rugoso papel y empezó a leer:

Primero

Leche

Huevos

Azúcar

Nata

Yogur natural

Aceite suave de oliva

Después

Sal

Vinagre

Veneno

La sorpresa de un mal gesto acudió a su rostro de una manera rauda, veloz e incontenible, sabia de su sutileza, de su argucia, y de su ingeniosidad para fabricar momentos irreverentes, y en ese mismo instante pensó que era una sutil manera de que su poeta de bolsillo le dijese adiós en esa ultima fila del ultimo asiento de ese primer autobús de la mañana.

Al instante cogio el teléfono y marco el numero de una manera desaforada y al escuchar la voz adormilada de un buenos días, soltó toda una sarta de improperios, y con acusadora y amenazante voz, acuso de cobardía la sutil forma de despedida, de decir adiós, refiriéndose a la dolorosa nota que se había encontrado en el bolsillo de la chaqueta.

En el otro lado del teléfono después de un corto silencio, sonó una ligera sonrisa, y ese gesto inconcebible para la agraviada, no hizo más que recalentar la ira incontenida de la ofendida, y en un gesto de dudosa benevolencia acertó a decir;

-Haber si tienes cojones de decírmelo a la cara, y haber que tienes que decir ante esta forma tan “Hija de puta” de decirme !Adiós¡

-La verdad es que nada puedo decir...excepto que...

Con las prisas te has dejado tu americana con el poema de amor desesperado y te has puesto la mía... con mi lista de la compra.







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