Antonio era un hombre normal, tan normal como su forma de
vida. Un día descubrió cuando cogió una gripe que la medicación que le recetaron
le hacía sentirse un ser diferente. A
partir de entonces se auto medicaba para convertirse en un ser de rango variable.
En un loco controlado. En su nuevo estado la vida empezó a cambiarle lenta pero
continuadamente.
Un día pidió unas pastillas con ciertos componentes
psicóticos a través de internet y los efectos secundarios después de sentir su
cabeza como un derviche turco se podían adivinar
al ver su masculinidad. Antonio se aficiono a mas medicamentos extraños, con el
tiempo se hizo todo un experto, y hacia pócimas cual alquimista para encontrar
todo tipo de efectos secundarios.
Un día me confesó que quería dejar huella en la vida de
alguien, que antes pisaba la vida de puntillas, y que ahora toda su pisada era contundente y dejaba
surcos al caminar.
Ayer le fui a visitar a su “Galería de arte” –como a él le gustaba llamarla. El submundo que le
rodeaba era su mundo actual, y las locuras de los que le rodeaban eran los
mundos naturales para él. Creo que lo entendió todo mal, que no supo discernir
entre realidad y ficción.
Lo extraño es que parecía feliz.
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