sábado, 27 de noviembre de 2010


Es verdad que tendemos a etiquetar a las personas, es verdad que nos condicionan las situaciones,

El pasado día, sobre las 9,15 de la mañana me entro la imperiosa necesidad de comerme un “Pintxo” de tortilla.

Iker, el dueño y camarero del bar ya ni me pregunta, hay consumidores de uso habitual, y yo soy uno de ellos, mi “TE” y mi adorado “Pintxo” de tortilla, es como la religión de una coca-cola a horas cambiadas para otros.

En mi estado de lugarteniente de uso habitual, el periódico “El Correo”de uso cotidiano, cada día me informa con pulcritud de las noticias del corto pasado.

Es muy curioso ver la efímera forma de sentir el paso del tiempo que despliega la idea de información que produce un diario, el ver la vida con un perfil recortado de 24 horas.

En el estado de absoluta indiferencia que produce la soledad que se crea en una barra de un bar, mi soledad como la de otros parroquianos, fue interrumpida por un personaje que parecía fuera de lugar.

-Hola buenos días, mire usted, seria mucho problema que dejase este carro de la compra en este bar.

Quizás esto pudiera parecer en cierto modo una cosa normal, pero el femenino personaje tenia la peculiaridad de ser musulmana, el envoltorio que cubría su cuerpo no daba lugar a dudas, solo una ligera parte de la cara daba a conocer la imagen de su rostro. Las mujeres musulmanas, no suelen entrar a los bares en soledad.

La insistencia de pedir permiso y acentuar la acción de dejar el carro de la compra fue tan acusada, que a todos los inquilinos de ese bar, se nos hizo un poco extraño la forma de pedir ese teórico favor.

Pero si extraño fue este echo, mas extraño fue cuando vimos salir “Como alma que lleva el diablo” a la mujer musulmana dejando el carro a sus espaldas.

Todos nos quedamos con cara de circunstancias, después de toda la información que nos habían introducidos todos los medios de comunicación referente a todos los revolucionarios con alma musulmana, la idea que a todos nos vino a la mente era una sola pregunta…

¿Que podía tener aquel carro de la compra que la mujer salio tan corriendo del bar?.

La idea era evidente, todos nos miramos y sin hablarnos pensamos que en aquel carro podía haber algo peligroso, algo tan peligroso que la mujer decidió salir corriendo como alma que lleva el diablo.

Algunos clientes de una manera disimulada, pidieron la cuenta urgentemente para salir despavoridos de esa intrincada situación.

Yo, intente centrarme en mi lectura del diario, pero la intranquilidad, hacia que la atención de mi lectura fuese espesa y decidí que como el “te” ya se había terminado, pedir la cuenta y salir de tan escatológica situación podía ser una reacción natural.

Al girar la calle, me encontré con otro grupo de musulmanes, y al dar unos pasos los musulmanes parecía que estaban por todas las partes.

Al preguntar que pasaba, varios de los festejantes me indicaron que ese día era “La fiesta del cordero”

Y con cierta vehemencia ellos se dignaron a explicarme la festividad del día.

La Fiesta del Cordero es "-una de las principales-" celebraciones para los musulmanes y, en ella, además de sacrificar una res, es tradicional que las familias se reúnan, coman juntas, intercambien visitas y felicitaciones y compartan el cordero sacrificado con las personas más pobres o incluso donen la res entera.

Esta celebración es una tradición en honor al sacrificio que quiso hacer el profeta Abrahám con su hijo Ismael, momento en el que Dios le envió a cambio un cordero para que lo sacrificara en lugar de a su descendiente. Hamed ha subrayado que es una fiesta "compartida" entre todas las religiones --musulmanes, cristianos y judíos-- porque Abrahám es "el abuelo" de todos los profetas. Por ello, ha remarcado que "es una pena" que mientras en el Islam se celebra "con más ímpetu", en otras confesiones se pierda, porque a su parecer, las fiestas compartidas podrían "incentivar la convivencia entre las religiones"

Entonces me di cuenta el poder que tiene la subjetividad de etiquetar a las personas

A esa mujer la prejuzgamos todos los del bar, y ella solo quería asistir a su fiesta del cordero sin un indecoro, que para ella podía ser el presentarse a un evento con el carro de la compra.

Prejuzgamos y nos equivocamos, y dejamos de tener fe en la gente, ya sea por ser de otra raza, cultura, religión o estatus social.

Juzgamos y nos juzgan sin tener ni saber el origen de lo que hacemos, de lo que somos y de lo que sentimos, antes de todo esto, siempre deberíamos de ser objetivos y esperar a saber el origen de todas las acciones y después de conocer los hechos podríamos lanzar una opinión valida y documentada.





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