Anthony era un escritor famoso que se había quedado sin
ideas, en su ultimo libro había volcado tanta energía que ahora se encontraba
en un momento de absoluta sequía, ya había sentido en tiempos pasados momentos
de desertización de ideas pero nunca como esta vez.
Había viajado, había
recorrido miles de millas con la esperanza de que una historia le sedujese lo
mas mínimo como para escribirla. La desesperación empezó a aliarse en su
contra y su estado emocional cada
vez se acercaba más al abismo, ese en el que todos los
escritores tienen miedo a caer en algún momento de su vida profesional y por
simetría en su vida personal.
El día anterior había pedido una cita en la iglesia donde
fue bautizado, tenia que recoger una fe de bautismo para un tema de burocracia
civil y le habían citado a las 8,45 de la mañana, una hora extraña par un tema
de funcionariado pensó en el momento de que le diesen esa cita, pero estaba
acostumbrado a madrugar y esa hora le pareció bien teniendo encuenta que ahora vivía
a casi dos horas de la iglesia donde nació.
Con una puntualidad impensable un espigado señor estaba
esperando su llegada a la puerta de secretaria La entrada estaba en el lado
opuesto de la puerta principal de la iglesia, con absoluta cortesía le hizo pasar
a un lugar donde se amontonaban los libros los cuales estaban en una exquisita
disposición, con una rápida ojeada se dio cuenta que estaban ordenados por
meses y por años, el secretario y encargado del archivo le ofreció amablemente
una silla al tiempo que le preguntaba con absoluta cortesía la fecha de su
nacimiento para rebuscar en el tomo adecuado la documentación que le había
pedido por teléfono.
17 de abril de 1963 le respondió Anthony. Con absoluta
destreza aumentada por el perfecto orden del archivo, el dispuesto secretario encontró
el libro en un instante, este era de
grandes proporciones y con cierta celeridad se fue al apartado donde estaban
marcados los nacimientos de ese mes.
Después de ojear varias hojas con la destreza que da el
oficio avalado por dos docenas de años de profesión, el nerviosismo parece que empezó
a asomar en la facciones del espigado secretario, este alzo su mirada y con una voz entrecortada
dijo: Creo que tiene que haber algún error, usted no aparece en los registros de
ese dato que usted me facilita. Anthony con cierta sorpresa comento que eso no podía
ser, que tenia que haber un error, el fue bautizado en esa iglesia y recordaba
desde su mas tierna infancia las clase de catecismo, las visitas con sus padres a la iglesia todos
los domingos, e incluso recordaba a Don
Claudio, el párroco que su madre cuando daba la misa le recordaba siempre que
ese fue el cura que le había bautizado.
Es su afán por hacer bien su trabajo invito a que entre
ambos revisasen el libro para ver si se le había pasado el dato deseado.
Después de dos horas revisando meses anteriores y
posteriores a esa fecha, incluyendo en el año anterior y posterior a su
nacimiento las pesquisas fueron
infructuosas.
Una extraña sensación invadió la vida de Anthony cuando el
secretario pronuncio esa frase con apariencia de maldición;-Tengo que decir
señor que usted no esta en estos archivos. Usted es un hombre que no existe.
Como un resorte mental el oficio de escritor hizo su trabajo
y se dio cuenta de que después de tantos mundos recorridos, el suyo propio le
brindaba la oportunidad de recorrer un camino que ansiaba desde hacia tiempo, eso
ayudo a no desesperanzarse en la circunstancia del problema que se le presentaba en su
propia existencia.
Tenía un relato que contar, y lo más recalcitrante del caso
era que su propia historia tenía visos de ser la biografía de un hombre que
nunca existió. El era su propia y desconocida historia.
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