CURAS MODERNOS
-Padre he pecado.
Me da un poco de vergüenza contarle esto, es usted un cura muy joven y para mi es difícil hablar de mis pecados con su serenísima, pero a pesar de todo aquí estoy confesándome con usted y ofreciéndole mis imperfecciones, para que vuecencia me imponga la penitencia adecuada a tal desatino.
-Pero hija… como puede pecar una monja de clausura en la soledad del silencio de una celda austera, como puede pecar una monja con voto de silencio.
-Padre, mi pecado es intangible, he pecado con mis sueños.
En mitad de la noche siento que me desprendo de mi cuerpo y me traslado al mundo desconocido que esta detrás de los muros de este convento centenario.
Me convierto en una díscola y deseada mujer, me miro al espejo y veo a una desconocida con labios pintados de un rojo pasional, mirada desafiante, y un voluptuoso escote que demarca mis turgentes senos, siento que mi cuerpo es deseado y me ofrezco con delirio al gozo y al placer, mi furor uterino es insaciable y remarco la pasión con el vicio de mis cimbreantes caderas cuando cabalgo salvajemente sin riendas ni estribos que sujeten a mi deseado corcel.
Padre, peco desde hace semanas cada noche, y cada día las noches se haces mas largas y los días mas cortos, en mis sueños los vicios son de tal magnitud que se hacen inconfesables, como podría yo confesar las locuras que desarrolla mi cuerpo a través de mi mente.
-Hermana, ¿cuantos años lleva usted entre los muros de este convento de clausura?
-Vera usted padre, si sumo ni noviciado, creo que esta Semana Santa sumaran los noventa y cuatro años.
-Entonces hermana, mientas lo consultamos con el medico, creo que debería usted seguir pecando.
Todo en la vida tiene su tiempo, y a usted le llego un poco tardío, pero al fin y al cabo mientras el cuerpo funcione la mente siempre es joven y displaciente.
-Hermana, peque, siga pecando mientras su mente se lo permita.
-Pero padre… ¿y la penitencia?
-Hija… usted ya tuvo noventa años de penitencia.