sábado, 23 de abril de 2011


El día de…


Hoy, es el día del libro, y ahora que lo pienso, no hay día de la revista, siempre me he preguntado el porque esta menos prestigiado el echo de escribir en revistas que en libros, quizás los artículos o las historias que se escriben de una manera simplificada en las revistas tienen menos empaque, quizás es como el pariente pobre y desleído que siempre esta pero que no entra en la grandeza de los libros, y la verdad es que simplificar una historia compleja en un articulo completo, no deja de ser un ejercicio de conocimiento y simplificación de alto nivel.

Por eso, hoy, trasgrediendo las normas establecidas, me declaro insumiso y declaro que hoy, para mi, es el día de la revista y por lo tanto rendiré culto a esta disonancia personal.

El otro día estuve leyendo un articulo sobre el amor perfecto, eran las cuatro de la mañana, en la parada del autobús empecé a leer esa revista con tintes serios, claro que a las cuatro de la mañana la mente siempre esta algo farragosa, después de varios minutos de literatura, me llamo poderosamente la atención la revolucionaria idea de una psicóloga que tenia la teoría que según ella podía demostrar que el amor perfecto esta mas cerca de lo que pensamos, solo teníamos que mirar en nuestro entorno. Claro que mi entorno a las cuatro de la mañana era muy limitado, una parada de autobús luces difusas y un silencio tenso, no parecía que era el momento ideal para plantearla. Y de pronto me di cuenta de que en la marquesina como un avance de mi existencia estaba la teoría de la doctora en su pleno apogeo.

Al instante de ver el amor de mi vida vino el autobús, y en un instante estaba alejándome de la probabilidad teórica de la doctora, mientras me alejaba en el autobús miraba a través del empañado cristal y pensaba que si realmente ese era el amor de mi vida, el, estaría a mi vuelta después del trabajo.

Guarde la revista con cuidado de no perderla y pensé que al llegar a casa la pondría delante de todos los libros a modo de vencedora, porque ella y solo ella consiguió lo que no consiguieron los libros, que fue enseñarme el camino en una simple y solitaria marquesina.




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