domingo, 29 de enero de 2012

AQUEL DIA










Aquel día cogio la mochila que pacientemente había preparado el día anterior y se dispuso a comenzar  su viaje, sabía que tardaría horas en alcanzar la costa, esa noche no había luna, y las estrellas apenas asomaban con un  tenue fulgor para marcar el camino que con decisión había  tomado.
Era su primera incursión en ese desconocido camino, pero los viejos mapas encontrados en los cajones de un armario desvencijado que había consultado estaban bien definidos.
En el caminar de la noche escuchaba  los sapos en las cunetas de la carretera, y el destello de los coches con las potentes luces ayudaban a seguir el largo camino hacia su destino, en su mente la imagen de su padre ayudaba a trazar el camino hacia ese lejano mar.
El ruido de una sirena en la bocana del puerto  marco con certeza que el camino había sido el correcto, acelero el paso con ilusiones renovadas y llego a divisar al fondo de la línea del horizonte, la imagen de  un barco azul y rojo que con una imagen imperecedera  amenizaría su visión en el amanecer de ese esplendido día.
El tacto rugoso, áspero, no le era familiar, el envejecimiento prematuro por el continuo desgaste del salitre del mar había dejado las marcas en los amarres de la bocana del puerto, allí sentado, mientras los tímidos primeros rayos de sol entibiaban su piel, esperaba la llegada de su padre, mientras el fuerte olor a pescado seco se introducía  en su recuerdo para el resto de su vida, jugaba con los restos de un  trasmayu abandonado.
El deseo de ese día era saltar al barco en el que su capitán le regalase  un raro pez en un caldero, y lo estaría mirado hasta la llegada de su padre.
Aquel día había cumplido 8 años, y el mar, traidor, no le concedió mas deseos, de hecho  nunca le concedería nada.
Solo el acibarado recuerdo de un fuerte olor a pescado seco, que se introdujo en su mente como un amargo recuerdo,  para siempre.












No hay comentarios:

Publicar un comentario