sábado, 7 de enero de 2012







SEMPITERNOS


Martintxu Garcilomendia escribía todas las noches una carta que religiosamente la borraba por las mañanas, era una especie de Penélope en masculino que tejía y destejía las letras para ganar tiempo por las noches y pederlo al alba,
Martintxu Garcilomendia por las noches era un poeta que se escondía entre las sombras de sus letras, mientras que  por el día era una bruma que se esfumaba entre las palabras sin sombra.
Hipotecaba sus letras al filo de un poema cada noche, y como un banco en declive de inversiones desinvertía por las mañanas
En su mente de poeta decadente resonaban las formas de  Rimbaus cuando decía  que un poeta debía  de hacerse vidente por medio de un largo, inmenso y racional desarreglo de todos los sentidos. Y de una manera enfermiza cada mañana se convertía en Ulises al principio de su travesía,  para luego reconvertise en Penélope al final del día.
Un día como la paloma de Alberti, creyó que el mar era el cielo, que la noche la mañana y encontró la forma de entrar en el mundo  vulnerable  de su alma descarnada
Para Martintxu Garcilomendia apartir de ese día la noche fue un poema sin final en la mañana, su tarde, primavera, y el  resto, perpetuo, sempiterno,  fue la esencia de un alma Victoriana.






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