SEMPITERNOS
Martintxu Garcilomendia escribía todas las noches una carta
que religiosamente la borraba por las mañanas, era una especie de Penélope en masculino que tejía y
destejía las letras para ganar tiempo por las noches y pederlo al alba,
Martintxu Garcilomendia por las noches era un poeta que se escondía
entre las sombras de sus letras, mientras que por el día era una bruma que se esfumaba entre
las palabras sin sombra.
Hipotecaba sus letras al filo de un poema cada noche, y como
un banco en declive de inversiones desinvertía por las mañanas
En su mente de poeta decadente resonaban las formas de Rimbaus
cuando decía que un poeta debía de hacerse vidente por medio de un largo,
inmenso y racional desarreglo de todos los sentidos. Y de una manera enfermiza cada
mañana se convertía en Ulises al
principio de su travesía, para luego
reconvertise en Penélope al final del día.
Un día como la paloma de Alberti,
creyó que el mar era el cielo, que la noche la mañana y encontró la forma de
entrar en el mundo vulnerable de su alma descarnada
Para Martintxu Garcilomendia apartir de ese día la noche fue
un poema sin final en la mañana, su tarde, primavera, y el resto, perpetuo, sempiterno, fue la esencia de un alma Victoriana.
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