domingo, 29 de enero de 2012







Cuando casi era mejor ahogarse.

Todos esperamos no ahogarnos,  y si por desgracia nos ocurre, que nos vengan a salvar socorristas como los de la foto, pero hace unos cuantos años, casi era peor el remedio que la enfermedad, y había que pensárselo dos veces antes de entrar en el agua si no se era experto nadador.
En 1807 se publicó uno de los primeros manuales de socorrismo para ahogados en el río o en el mar.
A quien había caído en el agua sin saber nadar, y era sacado medio muerto, había que practicarle urgentemente una serie de primeros auxilios. El manual de la época aconsejaba:
 “Rasgar las vestiduras del accidentado y enjugar o secar su cuerpo con franelas. Tenderlo cerca del fuego e introducir aire caliente por su boca mediante una cánula. Al mismo tiempo hay que introducir humo de tabaco por su ano mediante una máquina de fumigar o fuelle, y en caso de que no se dispusiera de tal artilugio, se utilizarían un par de pipas de fumar. (Supongo que por eso casi todos marineros fumarían en pipa).


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