jueves, 23 de septiembre de 2010

EL ASCENSOR



EL ASCENSOR



                      Acometo la entrada en el portal con celeridad, el ascensor con sus puertas automáticas abiertas de par en par, me acoge en soledad para izarme al destino de mi doceavo piso, en mi mente, los trasiegos del día se iban organizando con orden militar, de repente en un instante, a mitad de la ascensión, el ascensor decide hacer un alto en el camino, nada particular si exceptuamos que al elevador le dio por pararse entre el piso octavo y noveno.
La parada fue brusca, y el susto del momento dejo paso a la lógica del convencimiento de saber que esto suele pasar en centenares de ocasiones, toco el timbre de la alarma y el silencio acude en mi auxilio, para no decirme nada, entonces mi mente empieza a buscar recursos rápidamente, y echo mano de la tecnología, introduzco la mano en el bolsillo y saco el móvil, estaba dispuesto a llamar a los bomberos, a la policía, a la seguridad social, o al vecino que trabaja en una empresa de ascensores.
Pero el efecto de caja de Faraday hace que me encuentre fuera de cobertura, y allí estoy yo, solo, a oscuras en silencio y sin cobertura.

El tiempo pasa lentamente, ningún ruido en el exterior, parece que el corte de luz ha podido ser en toda la manzana, y lo único que me queda es esperar.
La espera es lenta, tediosa, y en estos casos la única forma de amenizar todo esto, es sacar mi mente al exterior, me siento en cuclillas en el ascensor envuelto con los ritmos del silencio y la inquieta oscuridad, y me invade una extraña sensación, es como si el vientre metálico acogiese mi cuerpo y el edificio quisiera gestar a un híbrido entre lo real y lo incoherente de un alma metálica con un latido semi-humano.

Mi mente vuela, y recuerda un corto pero intenso mensaje:

No me resisto a un mensa a deshoras, ¿como es una tormenta en el mar?
Debe ser...IMPRESIONANTE¡¡”

El regusto de la lectura empieza a hacer su efecto, empiezo a recordar mi ultima travesía en barco…
La marejada anunciada llego puntualmente a su cita, los pasajeros entre los que yo me encontraba, empezaron a comentar que en esas condiciones no sabían si era recomendable subir al barco, la primera embestida del oleaje impedía acercarse al Ferry y por lo tanto lanzar la escalera para poder subir a los pasajeros se hubiera convertido en una accion suicida, el capitán consciente de riesgo, decide que la mejor y la mas segura forma de embarcarnos era llevar el barco al otro extremo de la isla, donde el puerto era mas seguro, y los pasajeros pudieran subir sin ningún percance, decisión acertada pensamos con alivio todos los peregrinos de inciertas aventuras.
El barco se introdujo  en el agitado y tenebroso mar abierto y a todos nosotros nos transportaron cómodamente en un varios autobuses para llevarnos al otro lado de la isla.
El viaje empezaba movido, y el resto de la aventura estaba todavía por definir.

En la cuarta hora de travesía, los rayos y truenos decidieron aparecer como si formaran parte de un espectáculo preparado por la animación del Ferry, la proa se hundía como un delfín en modo circense, y de una manera increíble emergía a cada instante como por un poder desconocido, andar por la cubierta era un ejercicio de acrobacia que me divertía, de repente el barco se inclinaba y yo subía la cuesta, para después descenderla rápidamente en el efecto contrario, en ese instante decidí, que ver la furia del mar golpeando con el látigo de sus olas desde la cubierta exterior, tenia que ser algo para recordar, y dicho y hecho, las gotas de agua eran como telarañas en la puerta de estribor, y anunciaban que si tenia el dudoso honor de cruzar esa frontera, mil especies de arañas con sabor a mar golpearían sin piedad todo los pliegues de la piel, pero la decisión estaba tomada y sin pensar en nada mas que disfrutar esa porción de aventura, cruce el pórtico de la tranquilidad para embutirme en la furia de un mar embravecido.

El espectáculo era grandioso, las olas amenazantes hacían formas tenebrosas, y envolvían el casco del barco con poderosos abrazos que hacían crujir toda la estructura del navío.
Los rayos y truenos azotaban sin miramiento el perfil indefinido en que se había convertido el horizonte, en cada embestida el barco parecía que se hundía en las fauces de ese mar tenebroso.
Y allí estaba yo, loco, borracho de sensaciones, envolviéndome de la lucha a muerte con el mar.

En mi soledad, todo tenia un aire de realidad, parecía sentir en el vientre oscuro de ese alma metálica, que las gotas de sal golpeaban mis labios dejando el sabor intenso del agua salada en el cielo de mi boca.
Y en ese mismo momento tuve miedo, las emociones se apoderaron de mí en aquel silencioso vientre húmedo, caliente, metálico y oscuro, sentí lo que podía ser una marejada en el barco de tu cama, rodeado de sabanas de espuma, y perdido en el mar de tus ojos.

Un ruido de engranajes acompañado de un haz de luz iracunda, ilumino mi zona oscura, mil veces maldecí la rotura de mi visión… un corto instante mas… y te hubiera besado, un leve instante mas... y hubiera saboreado la sal de tus labios, las ondas de tu pelo meciendo  el viento de tu voz en mi oído, hubieran acunado el barco de tu cama, y rodeado de sabanas de espuma, me hubiera arrastrado como un naufrago sin remedio al mar de tus ojos.

Pero ahora…Ahora tendré que esperar a… mi próximo ascensor.



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