lunes, 13 de septiembre de 2010

SETENTA Y TRES HORAS Y MEDIA


SETENTA Y TRES HORAS Y MEDIA

La distancia entre el momento perfecto se confunde entre la situación adecuada y la persona correcta.

Ayer la casa no era un hogar, hoy en cambio olía a fuego de leña, a sopa caliente, a tostadas con mantequilla y mermelada, hoy las paredes perdían sus lados tenebrosos y las luces apagadas iluminan las esquinas escondidas de sus cuartos oscuros, por un momento pensó que se había dejado las ventanas abiertas y los aromas del vecino habían violado su intimidad y la habían forzado para desvirgar sus emociones.

Setenta y tres horas y media durmiendo, entonces ella despertó y se dio cuenta que la vida no había terminado, nunca dejo de pensar en la posibilidad de ser feliz, nunca pensaba que en setenta y tres horas y media se pudiesen conjugar todos los elementos, y todas las estaciones, por la mañana, inviernos primaverales, por las noches, otoños veraniegos, y en los entreactos subidas y bajadas de telones con acentos latinos, eran esos momentos en que las estaciones y el tiempo se detenían, solo existían ellos, nada importaba, la química de los efluvios hicieron su trabajo, las almohadas empapadas habían disipado las pestilencias de los pasados momentos, la tufarada, la hediondez, el tufo a soledad quedo relegado a un pasado que fue olvidado al instante, la magia de la fragancia del perfume que aromatizaba esas setenta y tres horas y media la dio un prestigio a su ajada reputación de incansable buscadora

Hoy por fin la casa estaba aromatizada, hoy se alimentaba de los olores, no sabia si la opción era alimentarlos o repudiar esos aromas a pasión, a ilusión.

Pensaba en silencio…La química existe, que olores más extraños producen algunos hombres.



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