Se introdujo la mano en el bolsillo y apenas le quedaban
unas rupias para invertir en el día de hoy, su presupuesto lo seguía a rajatabla.
Desde que organizo su viaje hace mas de nueve meses, en su organigrama del día
a día se había marcado varias metas, y una de ella era un límite de gastos
diarios en su viaje por las sendas del techo del mundo.
Aquel menú iba a ser su único alimento, este tenia que ser
escueto, sabroso y con el suficiente aporte para mantenerla alimentada, ya que esa
comida iba a ser su único aporte en todo el día. La elección de la dieta de ese día se componía
por unos “Momos Tibetanos”, una especie de bolas de harina rellenas de carne y
como acompañamiento un “Sirhany ”, un
cremoso yogurt elaborado con canela y cardamomo que ya había probado con
anterioridad en los días pasados y le encantaba. Eso y el fuerte sabor del
queso de Yak, del cual hoy no se podía permitir, porque las rupias nepalíes de
su bolsillo se lo impedían.
En esa época del año se oculta el sol con cierta
celeridad y estas sombras envolvían el
barrio de Thamel donde se encontraba, dándole un aspecto de lugar intemporal.
La amalgama de
restaurantes donde se decidió a comer, se entremezclaba con la amalgama de
culturas que le daban un ambiente de cierto populismo ciudadano.
Los hinduistas, los budistas,
los cultos chamanicos eran como argamasa de la edificación de esa mancomunidad
de formas actuales, las cuales mantenían
en equilibrio las formas equidistantes de
esa parte de la ciudad de Kartmandú.
El día anterior había regresado de la ciudad mejor
conservada del país. Bhaktapur le había
encandilado, la plaza Dubar, centro de la ciudad estaba franqueada con templos dorados, leones
de aspecto imponente y figuras con decenas de imágenes de escenas eróticas que
en algún momento le habían despertado
los instintos de hembra que llevaba dentro, los cuales sabiendo que no eran
posible transmutarse, tubo que apagar con las frías aguas de un manantial
de la cercanas cordilleras del Himalaya.
En dos días el destino de sus pasos le marcaría la ruta hacia “Pokhara”, una población a unos 200 Km. de Katmandú, los cuales tenia previsto acometer en autobús de línea
regular, las ocho horas de recorrido le darían tiempo a recrease con las
imágenes de las banderolas al viento, las toscas estatuas de los dioses, y a
los búfalos en libertad por los verdes campos de ese majestuoso lugar del
mundo.
Pokhara era el
punto de partida de innumerables “Trekkings”,
en este paraje la confluencia de tantos aficionados a las rutas de montaña le daban un aspecto de
cierta dosis de occidentalizaion, los porteadores se ofrecían con cierta
celeridad a los osados aventureros, y el regateo era una constante para llegar
a un entendimiento satisfactorio por amabas partes.
Había trascurrido tres horas de viaje en aquel mini bus
hacia su teórico destino, y aquel destartalado vehículo llego al final de su
vida, el humo que produjo el incendio del motor era visible a varios kilómetros
de distancia, y el viento juguetón creaba formas de figuras en el cielo con el humo
del incendio. A duras penas consiguió rescatar su mochila con todas sus
pertenencias y esto le reporto una cierta dosis de alegría pensando en la
posibilidad de no haber perdido todo lo
que tenia en ese fatídico percance.
Allí estaba ella, sola, en mitad de un desconocido país, rellenado su vida de emociones y por compañía
una mochila.
Sentada a la sombra
de un árbol se encontraba nuestra aventurera cuando su silencio fue disipado
por el armónico caminar de un grupo de monjes con paso decidido.
Al llegar a su altura, como
el mecanismo de un resorte se detuvieron delante de ella, después de observarla
durante un corto periodo de tiempo le preguntaron en un tosco ingles si podían ayudarla. Dada la situación en la que se encontraba su primera
celeridad fue preguntarles si conocían algún lugar en donde pudiera pasar la
noche, y los monjes después de reunirse en circulo para conversar en una lengua
ininteligible para ella decidieron que si no le importaba, ellos se dirigían a
su monasterio que estaba a dos hora de camino de su actual ubicación, y si no
tenia inconveniente le podían dejar dormir en el monasterio. Por un momento
titubeo en su decisión, pero las perspectivas de quedarse allí sola en mitad de
la nada no eran se su agrado y decidió que estar en compañía de unos monjes y
dormir esa noche en su monasterio no esta tan mal planteado y al instante se
uso en pie se acomodo la mochila y se puso a ritmo detrás del ultimo monje
camino de un destino impensable para ella esa misma mañana.
Un destino tan intangible, que ella si saberlo al acometer
esa decisión iba a cambiar su destino de
una manera tan increíble para el resto
de su vida.
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