Recuerdo aquel sueño, en el una heroína me tocaba el hombro y con tranquilidad me susurra al oído; Perdone
caballero pero tengo que decirle que soy su heroína.
En el sueño la mujer me comenta que toda heroína necesita
alguien a quien salvar, y esta noche yo era su recurso nocturno para seguir
siendo la protagonista de este sueño.
Yo no sabia si estaba en peligro, tampoco sabía si
necesitaba de alguien como ella. Solo sabia
que las heroínas nunca duermen, el Apocalipsis se crea cuando ellas, las heroínas, se retraen y se ocultan tras los sueños, los
superpoderes se extrapolan al submundo
de la somnolencia.
Allí estaba yo esa noche, crucificado como un Mesías hebreo
y escuchando las voces en mi oído de una heroína buscando trabajo. La crisis en
tiempos presentes han hecho que las poderosas busquen quehaceres en los
sueños de los locos mortales, yo sabia
que todo acabaría cuando el sueño terminase, pero ahora me encuentro en medio
de la calle, como un vagabundo buscando salir de la indigencia de los sueños y
esperando a que la heroína haga bien su trabajo.
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