sábado, 3 de septiembre de 2011



Aquella tarde de verano la lluvia hizo acto de presencia, vino lenta como los atardeceres de verano acaramelando emociones.

En aquella mesa de aquel bar protegido de la fina lluvia se encontraba un señor con un cierto aire de despistado, tomaba notas a mano en una pequeña libreta dejando a un lado las modernas tecnologías, le gustaba la sensación que el lapicero le producía al sentir el contacto con el papel, y por ese motivo se alejaba de tomar apuntes en modernos tablets, agendas o netbook,

La terraza del bar estaba prácticamente vacía ha excepción de una pareja de jubilados y dos turistas despistados, al girar lentamente su cabeza se fijo en una mujer de mediana edad, perfectamente vestida, con media melena de pelo pulcramente cuidado y con un corte bien trabajado hablando por un móvil acaloradamente, eso llamo la atención del apuntador, aguzo el oído y a modo de espía circunstancial intento averiguar el porque de tan larga y acalorada conversación, ella hablaba con un tono bajo pero contundente, en el se dejaba entrever la poderosa personalidad de la misteriosa mujer, este echo empezó a formar imágenes en la mente del apuntador y su mente comenzó a crear mil y una historias en torno a su imagen. En un momento la mujer puso fin a su casi monologo y apago el móvil con un gesto casi brusco mientras pedía un café con leche descremada a un camarero con aire de despreocupado en esa tarde de fina lluvia.

Pasaron unos minutos de silencio abrumador, el apuntador se puso de pies lentamente y se acerco de una manera decidida a la mesa de la señora.

-Buenas tardes, perdona que la moleste, pero tengo un pequeño problema y usted creo que me podría ayudar.

-Mire no le conozco de nada y la verdad es que hoy no estoy con humor para aguantar ciertas cosas

-Perdone no es mi intención molestarla, pero seria muy fácil para usted prestarme un poco de su ayuda, y si me deja que me siente en esta silla se lo explico en dos minutos.

La respuesta tardo en aparecer de los labios de la bella señora, y como un reto exhalo una frase con aires de reto y dijo:

-Le concedo dos minutos, y ni uno más.

El apuntador sin perdida de tiempo se sentó raudamente frente a la mujer y mirándola fijamente a los ojos le dijo:

-Vera, para usted seria muy fácil, yo soy escritor y estoy en dique seco, a todos los escritores nos pasa en algunos momentos de nuestra vida, y ahora me ha tocado a mi.

-Si, y yo como le puedo ayudar en eso. Comento la mujer con cierto aire de interés

-Necesito una MUSA, y usted tiene todos los ingredientes.

Una ligera carcajada asomo levemente a los labios de la señora y con un aire de cierto interés apunto a decir;

-¿Una musa? ¿Como una musa?, como se hace eso, y como se comporta una musa.

El ofrecimiento la dejo un poco perpleja. y al mismo tiempo le produjo un cierto interés,

-Es más fácil de lo que parece, usted no tiene que hacer nada, ser natural, yo solo tomaría apuntes mientras la observo.

El tiempo paso tan deprisa que los dos minutos de ofrecimiento se convirtieron en más de sesenta y la conversación se antojaba novedosa para la posible musa,

Aquella tarde de fina lluvia tenía tintes de pasar a la historia como la unión más prolífica entre un contador de historias y una musa con recursos ilimitados.





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